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viernes, 31 de agosto de 2012

ÁNGELES GONZÁLEZ ZUELGARAY. Pintora

Ángeles González Zuelgaray   
- Pintora -

Nacida en San Nicolás de los Arroyos, Pcia. de Buenos Aires.
Licenciada en Bellas Artes en la Universidad Nacional de Rosario.
Paralelamente a sus estudios universitarios asistió al taller de Juan Grela y realizó estudios de especialización en diversas disciplinas artísticas.

Entre 1999 y 2005 concurrió a los Cursos de Pensamiento y Creatividad dictados por Fermín Febre. Desde 1980 hasta 2007 vivió y trabajó en Rosario, Santa Fe.
Actualmente reside y trabaja en la ciudad de Buenos Aires.



La producción manifiesta etapas que la autora las ha denominado: Espacios. Maniquís y armaduras. Erostanatos. Parches. Iluminados
Realiza muestras individuales y colectivas en Rosario, Buenos Aires, ciudades del país y en el Extranjero.









Comentario:
En la obra está presente la pasión, el deseo, las ansias de liberad, y también la certeza de las trampas que garantizan un orden. La operación es de segundo orden, ya que se trata de la representación de un hecho, sino de la propia idea de simulacro de la que ella es absolutamente consciente.



Se trata de una revelación que para colmo, se esconde detrás de un esteticismo cuidado.
La actitud guarda cierto dramatismo, un balbuceo en cuestión de del inconsciente, que va sacando a relucir a través de simbologías muy precisas, pero todo está marcado por el estricto sentido social, que ubica las cosas en un lugar del que resulta muy difícil escapar.

Ángeles está convencida de que uno de los grandes temas de este tiempo es la simulación y lo pone de manifiesto a través de la representación. (Otra mentira).
En el juego, la pintura se propone además como máquina significante, con distintos funcionamientos, ya que a veces es escena (teatralización); otra frase (como combinación de elementos), o simplemente detalle (al fijar la atención en una circunstancia).
Son diferentes estrategias, aunque los símbolos coincidan o se entremezclen.



En otras obras, las relaciones son dobles, ya que no sólo aluden a un referente, sino que mantienen la correspondencia con cuestiones mucho más corporales: sus maniquís tiene forma decididamente antropomorfas, las armaduras (aunque vacías), adquieren presencia singular, aparecen ciertos órganos y las telas remiten directamente a la piel (a veces unida por pequeños pedazos o dejando ver las rupturas).
En esta dimensión conviven las distintas maneras de ser y de sentir, el vacío y el desgarramiento, la fragilidad de la tela y el infranqueable acero. Un lugar donde reina la máscara.


En tanto, las pinturas donde el recorte se hace detalle parecen remitir a elementos muy precisos, ero es una trampa, en realidad esconden con sutileza el mismo drama.

Acaso como en los sueños, se revelan tantas cuestiones íntimas como pasiones.
Es el doble juego de la máscara que muestra y oculta, que es evidente y simboliza, que miente y que inclusive simula cuando dice la verdad. Y la verdad es dicha a través de otra forma de seducción: la belleza. - (Comentario de Fernando Farina: Diario La Capital de Rosario. Mayo 2002)





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