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miércoles, 6 de febrero de 2019

CUENTOS Y REFLEXIONES




CUENTOS Y REFLEXIONES 

EL ÁRBOL QUE PERDIÓ SU INFANCIA 
de Gustavo Fingier, argentino.
Pinto era un pino de Oregòn, que desde pequeño soñaba con ser grande. Su especie llegaba a alcanzar los sesenta metros.
Le habían dicho que la vista desde las grandes alturas era maravillosa.
Sus amigos le mostraban distintas bellezas de la naturaleza, desde pequeñas plantas, flores, insectos, grandes animales y hasta personas, pero no les prestaba atención; iba creciendo y siempre sucedía lo mismo, lo único que le interesaba era lograr una gran altura.
Cuando creció, confirmó que el panorama desde tan alto era espectacular.
En las conversaciones con sus amigos, escuchaba cosas muy extrañas para él, hablaban de chicos jugando a la pelota, de perros corriendo, de abejas que se posaban sobre las flores, y cantidades de comentarios sobre seres que no llegaba a distinguir desde allá arriba.
Pero ya no pudo bajar para conocerlos, se los había perdido mientras esperaba llegar bien alto.



LAS CALAMIDADES

Las calamidades pueden ser causa de crecimiento y de iluminación; dijo el maestro; Y lo explico del siguiente modo:
"Había un pájaro que se refugiaba a diario en las ramas secas de un árbol que se alzaba en medio de una inmensa llanura desértica.
Un día, una ráfaga de viento arrancó la raíz del árbol, obligando al pobre pájaro a volar cien millas en busca de un nuevo refugio.
Hasta que, llegó a un bosque lleno de árboles cargados de ricas frutas".
Y concluyó el Maestro: "Si el árbol seco se hubiera mantenido en pie, nada hubiera inducido al pájaro a renunciar a su seguridad y echarse a volar".








LOS CAMINANTES

Tres hombres caminantes llegaron sudorosos y fatigados a la aldea cercana, pero estaban felices. Ya estaban a punto de culminar su noble misión, los habitantes del lugar les dieron alojamiento y comida esa noche.
Al día siguiente agradecieron a los aldeanos y continuaron su camino, para retornar a sus hogares. Notaron que estaban en un lugar por donde no habían pasado antes.
Trataron de ubicarse, pero no lo lograron, estaban en una llanura que desconocían caminaron hacia un lado, hacia otro, estaban perdidos sin saber cómo salir.
Así pasaron tres días, ya carecían de agua y comida.
 Mientras bajaban por una montaña, vieron a un pastor que se aproximaba con unas ovejas. Era un hombre anciano y parecía amigable; les confesó que él era un mago y que podría ayudarlos a solucionar el problema.
Pero cada uno debía proponer la solución para que los tres pudieran sacar provecho del fruto.
Solo si le daban una solución correcta, que honrara su amistad, él les ayudaría.
El primer hombre le dijo al mago: “Si tienes poderes mágicos, haz que aparezca más comida”. El mago lo recriminó: Ninguna solución viene por la vía de las apariciones mágicas. El segundo hombre, dijo entonces: “Haz que el fruto sea más grande para que nos alcance a los tres”.
El mago también lo recriminó. Las verdaderas soluciones no nacen de cambiar lo externo, sino lo interno.
Fue entonces cuando el tercer hombre dijo: “Haznos más pequeños a todos, así el fruto nos alcanzará”. El mago se mostró complacido.
Entonces el hombre dio dos pasos y desapareció. Una fuerte tormenta comenzó a caer y cuando terminó, los tres amigos notaron que estaban muy cerca de su hogar. 




EL SABIO
Se cuenta la historia de un sabio que todos los días hablaba a sus discípulos.
Cierta mañana, cuando subió al estrado y justamente iba a comenzar a hablar, un pájaro se posó en la ventana y comenzó a cantar con toda su alma.
Después calló y se fue volando.
El instructor dijo entonces: “Se ha terminado la charla de esta mañana”.







SOBRE DIOS
Les dijo el maestro: “Dios es el Desconocido y el Incognoscible. Cualquier afirmación acerca de él, cualquier respuesta a vuestras preguntas, no será más que una distorsión de la Verdad”.
Los discípulos quedaron perplejos: ¿Entonces, ¿por qué hablas sobre él?
El Maestro respondió: ¿Y por qué canta el pájaro?
El pájaro no canta porque tenga una afirmación a hacer. Canta porque tiene un canto a expresar. 




¿VALES LO QUE TIENES?
Felipe era un hombre humilde, que trabajaba en su pequeña herrería.
En su pueblo era marginado por su situación social.
Cansado de los desprecios, un día confió a su amigo Pedro, con la condición de que guardara muy bien su secreto, que había heredado una gran fortuna, que seguía con la herrería porque le gustaba el trabajo, y que nadie debía enterarse de su herencia puesto que todos recurrirían a él por su dinero.
Pedro esa misma noche se lo comentó a su esposa, pidiéndole antes discreción.
En pocos días todo el pueblo lo sabía, pero nadie decía nada porque era un secreto.
Felipe comenzó a ser invitado a las fiestas del pueblo, pero se negaba a concurrir. Finalmente, por pedido de un grupo representativo y del propio Alcalde, comenzó a participar de las distintas reuniones.
La forma en que era tratado distaba mucho del que recibía el humilde herrero.
Más tarde fue elegido para integrar el Consejo del pueblo.
El Banco le dio un préstamo para modernizar su taller sin pedirle garantías.
Cada vez tenía más trabajo y con su vida sencilla, llegó a ser una persona adinerada.
Con el tiempo se hizo tan importante, que se convirtió en Alcalde.
Un día, en una conversación entre amigos, con las personalidades más importantes del pueblo, uno de ellos se animó y le confesó:
–Debo ser sincero con vos, todos conocemos tu secreto, sabemos de la fortuna que heredaste.
–En honor a tu sinceridad, les diré la verdad. Nunca existió dicha fortuna.




NUESTRO TIEMPO    (Cuento de Gustavo Fingier, argentino, contemporáneo)                                                         Jaime tenía un campo en Entre Ríos. Cada dos meses, allí se reunía toda la familia.
Él siempre dedicaba la tarde del sábado cabalgando con sus nietos, que tenían diez y doce años.
Pero ya no podía por lo que se sentó con ellos y les explicó: –Chicos, lamentablemente, debido a mi edad, tengo problemas de columna por lo que no podré cabalgar más.
No obstante, pueden ir con su padre, o incluso si él se los permite y van con cuidado, pueden hacerlo solos
–Si no es con vos no cabalgaremos más –dijeron los dos.
–Pero si les gusta tanto.
–En realidad no nos gusta –le dijo uno de ellos.
–Lo que pasa es que debido al trabajo, compromisos y problemas, no tienes mucho tiempo para dedicarnos, sin embargo cuando cabalgamos pasamos toda la tarde juntos y ni siquiera el teléfono nos interrumpe –le aclaró el mayor.
  Su abuelo los abrazó y les dijo:
–Caminando no llegaremos tan lejos, pero compartiremos toda la tarde solos y juntos.




EL EGOÍSMO PUEDE COSTAR CARO
Atilio era un buen hombre que vivía en una aldea. Su situación era humilde, y a duras penas le alcanzaba para alimentar a su familia.
Se movilizaba a pie por los pueblos vecinos y el suyo, ofreciendo sus servicios.
A veces, tenía hasta tres días de viaje, por lo cual llevaba unas pocas herramientas y ropa en una pequeña bolsa.
En algunos pueblos había cosechado amigos, de hecho, a veces comía y dormía en sus casas.
Un día, casi llegando al pueblo de Malaqué, a dos días y medio de su casa, entró a un lago a refrescarse.
Para su asombro, encontró que en él había una gran cantidad de monedas de oro, se veían cientos, quizás más. En un año, normalmente, no llegaba a ganar el valor de una.
Primero pensó en ir hasta Malaqué, a sólo media hora de viaje, y pedirle a Eugenio, uno de sus mejores amigos, que le prestara su carreta para cargar y llevar las monedas a su pueblo, pues sería imposible hacerlo a pie.
Pero se dio cuenta de que tendría que compartir, al menos algunas, con su amigo.
Para no despertar sospechas, decidió tomar dos de ellas y regresar a su pueblo, donde compraría una carreta para luego volver por el resto. Y así lo hizo.
A los tres días, estuvo nuevamente en el lago pero, para su desgracia, las monedas ya no estaban.
“Si hubiera resignado algunas de ellas” pensó, pero ya era tarde.




LA LUZ
Una noche el Maestro pidió a su discípulo la luz, y como el tiempo pasaba sin que le llevaran la lámpara, le gritó a un discípulo que se apurara.
El discípulo respondió: Está tan oscuro, que no puedo encontrar el pedernal.
Después añadió: Maestro, ¿no podría usted encender la vela para ayudarme a buscarlo?
















CUÁL ES LA MEJOR RELIGIÓN
Breve diálogo entre el teólogo brasileño Leonardo Boff es uno de los renovadores de la teología de la liberación; y el Dalai Lama.
En el intervalo de una mesa redonda sobre religión y paz entre los pueblos en la cual participaba el Dalai Lama y un servidor, el teólogo brasileño pregunto en ingles defectuoso: Santidad, cual es la mejor religión.
Esperando decir El budismo tibetano o las religiones orientales.
Sin embargo el Dalai Lama hizo una pausa y afirmó: La mejor religión es la que te aproxima más a Dios al infinito. Es aquella que te hace mejor.
Y el teólogo volvió con otra pregunta: ¿Qué es lo que me hace mejor?
Aquello que te hace compasivo, más sensible, más desapegado, más amoroso, más humanitario, más responsable, más ético, la religión que consiga hacer eso de ti es la mejor religión.






CUENTO: EL CONTRABANDISTA - Cuento Hindú                                                                   Todos sabían que era indiscutiblemente un contrabandista. Era incluso célebre por ello. Pero nadie había logrado jamás descubrirlo y mucho menos demostrarlo.
Con frecuencia, cruzaba de la India a Pakistán a lomos de su burro, y los guardias, aun sospechando que contrabandeaba, no lograban obtener ninguna prueba de ello.  Transcurrieron los años y el contrabandista, ya entrado en edad, se retiró a vivir apaciblemente a un pueblo de la India.
Un día, uno de los guardias que acertó a pasar por allí se lo encontró y le dijo: Yo he dejado de ser guardia y tú de ser contrabandista. Quiero pedirte un favor. Dime ahora, amigo, qué contrabandeabas. Y el hombre repuso: Burros.
El Maestro dice: Así el ser humano, en tanto no ha purificado su discernimiento, no logra ver la realidad.




LA DEUDA

En un pequeño pueblo de china, vivía un granjero a que tenía una deuda con un viejo prestamista, con el tiempo creció tanteo que era imposible de pagar.                                        Como el granjero tenía una hija muy bella y joven que despertaba deseos al prestamista, este le propuso un trato: Perdono tu deuda si a cambio me sedes a tu hija en matrimonio.
Tanto la hija como el granjero quedaron horrorizados, a lo que en viejo prestamista corrigió la propuesta:
Colocaría una piedra blanca y otra negra dentro de una bolsa vacía, si sacaba la piedra negra me entregas a tu hija para casarme y la deuda la consideraría saldada:
Si sacas la piedra blanca, no tendría que venir vuestra hija conmigo, pero también la deuda quedaría perdonada. Y si rehúsas a participar irás preso. Simultáneamente el viejo se agachó y recogió dos piedras y las metió en la bolsa, en el momento que la niña se dio cuenta del ardid, que había tomado dos piedras negras.
A continuación el viejo prestamista pidió a la niña que tomara una de las piedras dentro de la bolsa.
Introdujo su mano dentro de la bolsa retiró una de las piedras y como al descuido simuló que se le caía al suelo, que estaba conformado por piedras blancas y negras y asustada pidió disculpas; exclamando que torpe soy como pudo haberme pasado algo así.
Pero no importa prosiguió rápidamente, todo tiene solución.
Resulta muy fácil de solucionar, puede saber cuál es la piedra que retiré, sacando de la bolsa la que queda, porque si la que se cayó al suelo la negra quedaría dentro la blanca.



LAS RESPUESTAS                       
El Maestro tenía que soportar cada día una verdadera avalancha de preguntas, a las cuales él respondía en serio o en broma, con suavidad o con toda energía.
Había una discípula que siempre se pasaba las sesiones sentada y en silencio. Cuando le preguntaron la razón de su actitud, ella respondió: "Apenas oigo una palabra de lo que dice. Estoy demasiado distraída con su silencio".





UNA GRAN MOLESTIA
Una serpiente perseguía sin detenerse a una luciérnaga, día tras día, al tercer día ya sin fuerzas la luciérnaga se detuvo y le dijo a la serpiente: ¿Por qué me quieres atrapar?: Tienes hambre; Te hice algún mal – Por nada de eso dijo la serpiente, no soporto verte brillar.










LOS MERCADERES Cuento árabe
Cuatro mercaderes amigos, en una racha de buena fortuna consiguieron vender el total de sus mercancías en una sola jornada y para celebrarlo decidieron refrescarse en una casa de baños regentados por una anciana viuda.
Antes de entrar y para evitar malentendidos los cuatros hombres dejaron dicho a la anciana, que a no ser que los cuatro estuvieran presentes no les entregase el dinero.  Mientras se bañaban se dieron cuenta que faltaba el jabón y uno de ellos decidió salir a pedírselo a la anciana.
Vengo de parte de mis compañeros para que me dé el dinero- dijo el pícaro a la anciana.
La anciana respondió que solo lo entregaría con los 4 hombres presentes.
El mercader se acercó a la puerta de los baños y grito a sus compañeros: ¡La mujer no quiere entregarme si vosotros no me dais permiso…así que respondan fuerte para que lo escuchen!
La anciana confundida al oír el ¡Sí¡ le entregó el dinero al pícaro que escapo de allí.
Al salir del baño y entender lo sucedido los tres mercaderes estafados y enfadados decidieron culpar a la anciana y llevarla a juicio como única culpable del robo.
El día antes del juicio la apenada anciana se puso a llorar en la puerta de su casa -¿Porque lloras? - La interrumpió un jovencito.
¡Mañana iré a juicio y acabaré con mis viejos huesos en la cárcel…
El jovencito dijo: ¿Si me cuentas tu problema y te doy una solución; Me darás una moneda para comprar un dulce?
A lo que la anciana accedió.
De acuerdo- dijo el niño tras oír la historia: “Mañana te presentarás al juez con estas palabras:
¡Señor Juez: “Ellos me confiaron el dinero a condición de que no se los entregará a no ser que los cuatro estuviesen presentes, así que con sumo gusto si consiguen reunirse con su colega y venir a pedirme los cuatro de mutuo acuerdo el dinero yo se los devolveré¡
Al día siguiente el juez dejo libre de cargos a la anciana; ante el enojo de los tres mercaderes.




LA ILUMINACIÓN
Cuando se le preguntaba por su Iluminación, el Maestro siempre se mostraba reservado, aunque los discípulos intentaban por todos los medios hacerle hablar.
Todo lo que sabían al respecto era lo que en cierta ocasión dijo el Maestro a su hijo más joven, el cual quería saber cómo se había sentido su padre cuando obtuvo la Iluminación. La respuesta fue: "Como un imbécil".
Cuando el muchacho quiso saber por qué, el Maestro le respondió: "Bueno, verás..., fue algo así como hacer grandes esfuerzos por penetrar en una casa escalando un muro y rompiendo una ventana... y darse cuenta después de que la puerta estaba abierta…





LA LIBERACIÓN
El discípulo se reunió con su mentor espiritual para indagar algunos aspectos de la Liberación y de aquellos que la alcanzan.
Departieron durante horas. Por último, el discípulo le preguntó al maestro:  ¿Cómo es posible que un ser humano liberado pueda permanecer tan sereno a pesar de las terribles tragedias que padece la humanidad?
El mentor tomó entre las suyas las manos del perplejo discípulo, y le explicó: -Tú estás durmiendo. Supóntelo.
Sueñas que vas en un barco con otros muchos pasajeros. De repente, el barco encalla y comienza a hundirse.
Angustiado, te despiertas. Y la pregunta que yo te hago es: ¿Acaso te duermes rápidamente de nuevo para avisar a los personajes de tu sueño?
*El Maestro dice: El ser liberado es como una flor que no deja de exhalar su aroma y suceda lo que suceda, no se marchita. 




EL MÉDICO
Cierto emperador chino deseaba tener a su cargo un médico mejor que el que le venía atendiendo hasta la fecha.
A tal efecto, ordenó que todos los médicos del imperio, bajo juramento, pusieran en sus ventanas tantas velas encendidas como pacientes se les habían muerto aquel año.
Tras recibir noticia del cumplimiento de la orden, el emperador aprovechó el desfile del día sagrado para acercarse al barrio de los médicos.
Pronto comprobó que miles de velas iluminaban las calles, y en muchas casas éstas ardían no sólo en las ventanas, sino incluso en puertas y techos.
Al cabo, vio con alegría que en una casa modesta sólo cuatro velas adornaban una de las ventanas.
Hizo salir al médico de la casa, y le habló así:
 - Tú has ganado; serás mi médico de cabecera. Pareces ser un buen facultativo, pero dime: ¿cómo has conseguido perder tan pocos pacientes?
El honrado médico, volviéndose a inclinar, murmuró:
- Gran señor... yo empecé a ejercer la profesión esta mañana.





¿PARA QUÉ ADULAR?
Un hombre rico y un hombre pobre tenían la siguiente conversación.
- Si yo te diera el veinte por ciento de todo el oro que poseo, ¿me adularías? – le preguntó el primero.
El reparto sería demasiado desigual para que tú merecieras cumplidos
–Contestó el segundo.
¿Y si yo te diera la mitad de mi fortuna?
Entonces seríamos iguales; ¿con qué fin halagarte?
¿Y si yo te lo diera todo?
En ese caso, ¡no veo qué necesidad tendría de adularte!






LA TORTUGA
Una vez un hombre pescó una tortuga. Deseaba hacer una sopa con ella, pero no quería que alguien pudiera decir que él había dado muerte a un ser viviente.
Encendió su fuego e hizo hervir agua en una olla. Colocó una pértiga de bambú encima de la olla a manera de puente y le hizo a la tortuga esta pérfida promesa:
- Si consigues atravesar este puente, te dejaré en libertad.
La tortuga no se dejó engañar por esta trampa. Ella no quería morir.
De esa manera, poniendo toda su voluntad, hizo lo imposible: atravesó el puente sin accidentarse.
- ¡Bravo! – Dijo el hombre –, pero ahora te ruego que regreses a tu punto de partida para ver mejor como conseguiste hacer esta travesía.





CADA UNO TIENE SU CIELO         Anónimo turco
Había un gorrión minúsculo que, cuando retumbaba el trueno de la tormenta, se tumbaba en el suelo y levantaba sus patitas hacia el cielo.
-¿Por qué haces eso? -le preguntó un zorro.
-¡Para proteger a la tierra, que contiene muchos seres vivos! -contestó el gorrión-. Si por desgracia el cielo cayese de repente, ¿te das cuenta de lo que ocurriría? Por eso levanto mis patas para sostenerlo
-¿Con tus enclenques patitas quieres sostener el inmenso cielo? -preguntó el zorro.
-Aquí abajo cada uno tiene su cielo -dijo el gorrión-. Vete... tú no lo puedes comprender...

*Selección de Cuentos: Prof. Arnoldo Gualino

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