domingo, 2 de abril de 2017

MIGUEL HERNÁNDEZ


MIGUEL HERNÁNDEZ
Poeta y dramaturgo

Nació el 10 de octubre de 1910 en Orihuela, España, y murió Valencia; el 28 de marzo de 1942.

Poeta y dramaturgo de relevancia en la literatura española del siglo XX.
Aunque tradicionalmente se le ha encuadrado en la generación del 36, Miguel Hernández mantuvo una mayor proximidad con la generación anterior hasta el punto de ser considerado por Dámaso Alonso como «genial epígono» de la generación del 27.

En su obra se encuentran influencias de Garcilaso, Góngora, Quevedo y San Juan de la Cruz.






Casa natal del poeta en Orihuela.

En Orihuela asiste a la Escuela del Ave María, anexa al Colegio de Santo Domingo; con 15 años por las dificultades económicas de su familia debe abandonar sus estudios secundarios para conducir cabras por las cercanías de Orihuela.


El poeta-pastor entretiene sus jornadas con el placer que le producía la lectura de poemas; a través de un valioso esfuerzo de autoeducación conseguía los libros de la biblioteca del Círculo de Bellas Artes.
Así descubre a: Miró, Zorrilla, Rubén Darío Cervantes, Lope, Calderón, Góngora y Garcilaso, junto con algunos autores modernos como Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado.
En 1930 comienza a publicar poemas en el semanario "El Pueblo de Orihuela" y en el diario "El Día de Alicante".






Fotografía de M. Hernández cuando contaba con 15 años.

En busca de horizontes en 1930 realiza el primer traslado a Madrid, la situación no resulta favorable debiendo al poco tiempo retornar A Orihuela.
Allí continúa sus intensas lecturas y sigue escribiendo poesía.
Sus amistades logran hacerlo partucipar de charlas y recitales en diferentes sitios como en el Casino de Orihuela donde recita y comenta su "Elegía media del toro".
En abril de 1933, en Alicante da una charla junto a su amigo Ramón Sijé sobre “Perito en lunas” y a continuación repite su charla "Elegía media del toro".
La prensa local comenta el acontecimiento literario del joven poeta con ansias de celebridad.






El poeta en Cartagena, Murcia año 1933,

En la primavera de 1934 realiza su segundo viaje a Madrid, Trabaja como redactor en el diccionario taurino de Cossío y en las Misiones pedagógicas de Alejandro Casona; colabora además en importantes revistas poéticas españolas. Escribe en estos años los poemas titulados “El silbo vulnerado” e “Imagen de tu huella”; el más conocido “El Rayo que no cesa” (1936).
Colabora además con la "Revista de Occidente" y entabla amistad con Vicente Aleixandre y Pablo Neruda, Rafael Alberti Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda, Delia del Carril, María Zambrano.
Aleixandre lo iniciaron en el surrealismo y a las formas poéticas pero Alberti y Neruda de ideología social y política, lo aproximaron a la pluma revolucionaria y la poesía comprometida,
Sus poemas se tornan más social, pone de manifiesto un compromiso politizado con los más pobres y desheredados.
Viajó y dio discursos en España, Rusia, Francia.






En Julio de 1936, estalla en España la Guerra Civil (1936-1939), Miguel Hernández; se alistó en el bando republicano de lucha contra el fascismo.
En el verano de 1936 también se afilió al Partido Comunista de España y desde comienzos de 1937 es comisario político militar.

Hernández figuró en el 5º Regimiento, ejerciendo en él de comisario político y pasó a otras unidades en los frentes de la batalla de Teruel, Andalucía y Extremadura.
Durante este período su pluma adquiere un compromiso combativo, conocido como “Poesía de Guerra”: escribió “Viento del Pueblo” (1937) y “El Hombre acecha” (1938)






Miguel Hernández con su amada mujer Josefina Manresa 1937

Estuvo preso en la cárcel de Sevilla lo trasladaron al penal de la calle Torrijos en Madrid (hoy calle del Conde de Peñalver), de donde, gracias a las gestiones que realizó Pablo Neruda ante un cardenal, salió en libertad inesperadamente, sin ser procesado, en septiembre de 1939,.en la cárcel finalizó “Cancionero y romancero de ausencias” (1938-1941).






















En París, dando una charla por una emisora radial.

Regresa a su tierra natal, Orihuela; aquí redacta “Perito en Lunas”, donde se refleja la influencia de los autores que había leído en la infancia y los conocidos en su viaje a Madrid.
En abril de 1939, recién concluida la Guerra, se había terminado de imprimir en Valencia “El hombre acecha”; aún sin encuadernar, una comisión depuradora franquista, presidida por el filólogo Joaquín de Entrambasaguas, ordenó la destrucción completa de la edición. Sin embargo, dos ejemplares que se salvaron permitieron reeditar el libro en 1981.






Última carta dirigida a su esposa Josefina Manresa, que envió desde la prisión de Alicante.

En 1940, al terminar la guerra intenta salir del país es delatado y detenido en la frontera con Portugal.
Se lo lleva a la prisión de la plaza del Conde de Toreno en Madrid, en marzo de 1940, fue juzgado y condenado a muerte.
Interceden sus amigos, se le conmutó la pena de muerte por la de treinta años de cárcel.

En septiembre de 1940 se lo trasladó a la prisión de Palencia dos meses después al penal de Ocaña (Toledo). En 1941, fue trasladado al reformatorio de Adultos de Alicante, donde compartió celda con el dramaturgo Buero Vallejo. Allí enfermó, padeció primero bronquitis y luego tifus, que se le complicó con tuberculosis.





Su obra profundamente sensible se alimentó de diferentes vertientes, la de Orihuela, en que descubre su pasión literaria y los poetas clásicos, Madrid lo aproximó con los poetas vanguardistas; y finalmente las dramáticas y profundas vivencias de la guerra y la etapa final privado de la libertad.








Algunos lo consideraron como “cantor de penas y penurias”, pues dentro de su genialidad, ingenio y euforia aparece el rasgo de la tristeza.
Falleció en la enfermería de la prisión de Alicante a las 5:32 de la mañana del 28 de marzo de 1942, con tan sólo 31 años de edad.

Se cuenta que no pudieron cerrarle los ojos, hecho sobre el que su amigo el poeta Vicente Aleixandre compuso un poema.






POEMAS

El Niño de la Noche – Poema de Miguel Hernández
Riéndose, burlándose con claridad del día,
se hundió en la noche el niño que quise ser dos veces.
No quise más la luz. ¿Para qué? No saldría
más de aquellos silencios y aquellas lobregueces.

Quise ser... ¿Para qué?... Quise llegar gozoso
al centro de la esfera de todo lo que existe.
Quise llevar la risa como lo más hermoso.
He muerto sonriendo serenamente triste.

Niño dos veces niño: tres veces venidero.
Vuelve a rodar por ese mundo opaco del vientre.
Atrás, amor. Atrás, niño, porque no quiero
salir donde la luz su gran tristeza encuentre.

Regreso al aire plástico que alentó mi inconsciencia.
Vuelvo a rodar, consciente del sueño que me cubre.
En una sensitiva sombra de transparencia,
en un íntimo espacio rodar de octubre a octubre.

Vientre: carne central de todo lo existente.
Bóveda eternamente si azul, si roja, oscura.
Noche final en cuya profundidad se siente
la voz de las raíces y el soplo de la altura.

Bajo tu piel avanzo, y es sangre la distancia.
Mi cuerpo en una densa constelación gravita.
El universo agolpa su errante resonancia
allí, donde la historia del hombre ha sido escrita.

Mirar, y ver en torno la soledad, el monte,
el mar, por la ventana de un corazón entero
que ayer se acongojaba de no ser horizonte
abierto a un mundo menos mudable y pasajero.

Acumular la piedra y el niño para nada:
para vivir sin alas y oscuramente un día.
Pirámide de sal temible y limitada,
sin fuego ni frescura. No. Vuelve, vida mía.

Mas, algo me ha empujado desesperadamente.
Caigo en la madrugada del tiempo, del pasado.
Me arrojan de la noche. Y ante la luz hiriente
vuelvo a llorar desnudo, como siempre he llorado






 La vejez en los Pueblos – Poema de Miguel Hernández
La vejez en los pueblos.
El corazón sin dueño.
El amor sin objeto.
La hierba, el polvo, el cuervo.
¿Y la juventud?

En el ataúd.

El árbol, solo y seco.
La mujer, como un leño
de viudez sobre el lecho.
El odio, sin remedio.
¿Y la juventud?

En el ataúd.





Nanas de la Cebolla – Poema de Miguel Hernández
Cuando estaba en prisión, su mujer Josefina Manresa le envió una carta en la que mencionaba que sólo tenían pan y cebolla para comer; el poeta en respuesta de ello compuso este poema

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.






CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO
de Viento del Pueblo (1936-37) - M. Hernández

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.

Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.

Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.







Canción última
Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes pasiones y desgracias.
Regresará del llanto
adonde fue llevada con su desierta mesa,
con su ruinosa cama.
Florecerán los besos sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera nocturna, perfumada.
El odio se amortigua detrás de la ventana.

Será la garra suave. Dejadme la esperanza.






Tristes guerras
Tristes guerras,
si no es amor
la empresa.
Tristes, tristes.
Tristes armas,
si no son las palabras.
Tristes, tristes.
Tristes hombres,
si no mueren de amores.

Tristes, tristes.







Jornaleros
Jornaleros que habéis cobrado en plomo sufrimientos,
trabajos y dineros.
Cuerpos de sometido y alto lomo: jornaleros.
Españoles que España habéis ganado
labrándola entre lluvias y entre soles.
Rabadanes del hambre y del arado: españoles.
Esta España que, nunca satisfecha
de malograr la flor de la cizaña,

de una cosecha pasa a otra cosecha: esta España.



Vientos del pueblo me llevan
Si me muero, que me muera con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores
que cantan encima de los fusiles

y en medio de las batallas.




Escribí en el arenal
Escribí en el arenal
los tres nombres de la vida:
vida, muerte, amor.
Una ráfaga de mar,
tantas claras veces ida,
vino y los borró.


Cancionero y romancero de ausencias
Por las calles voy dejando,
algo que voy recogiendo:
pedazos de vida mía,
venidos desde muy lejos.
Voy alado a la agonía,
arrastrándome me veo,
en el umbral, en el fundo,

latente de nacimiento.





Llamo a la juventud
Sangre que no se desborda,
juventud que no se atreve,
ni es sangre, ni es juventud,
ni relucen, ni florecen.
Cuerpos que nacen vencidos,
vencidos y grises mueren:
vienen con la edad de un siglo,

y son viejos cuando vienen.

*Selección: Arnoldo Gualino

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