Un día que sentado en un parque escuché una conversación de dos ancianitos y uno le decía al otro que tenía prisa.
¿Prisa? le dijo el otro, ¡ prisa de qué!… ¡si lo tienes todo
hecho!
El anciano le respondió, es que tengo que ir a darle el desayuno
a mi mujer como cada mañana, ya que hace un tiempo que está en una residencia
de enfermos de Alzheimer y quiero estar el máximo tiempo con ella.
(Este señor le contó que su mujer llevaba tiempo enferma de
Alzheimer y que lamentablemente ya no conocía a nadie),
El amigo inconscientemente y sin pensar le dijo: pues no tengas tanta prisa si vas más tarde tampoco lo va a notar.
El anciano se sonrió y le dio una palmada en el hombro y le
dijo:
Amigo, ella ya no sabe quien soy yo, pero yo todavía sé quien es
ella, y es importante para mí que desayune con un ramo de margaritas como lo
hacíamos de recién casados, es en el único momento que se le ilumina la cara,
me mira, “creo que recuerda” aunque las enfermeras dicen que no, y así soy
feliz.
Y eso es lo que me mantiene vivo para cada día ir a verla con
alegría; es nuestro secreto.
Selección: Prof./Lic. Arnoldo Gualino
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