EL ÁRBOL QUE
PERDIÓ SU INFANCIA
de Gustavo Fingier, argentino.
Pinto era un
pino de Oregòn, que desde pequeño soñaba con ser grande. Su especie llegaba a
alcanzar los sesenta metros.
Le habían
dicho que la vista desde las grandes alturas era maravillosa.
Sus amigos le
mostraban distintas bellezas de la naturaleza, desde pequeñas plantas, flores,
insectos, grandes animales y hasta personas, pero no les prestaba atención; iba
creciendo y siempre sucedía lo mismo, lo único que le interesaba era lograr una
gran altura.
Cuando creció,
confirmó que el panorama desde tan alto era espectacular.
En las
conversaciones con sus amigos, escuchaba cosas muy extrañas para él, hablaban
de chicos jugando a la pelota, de perros corriendo, de abejas que se posaban
sobre las flores, y cantidades de comentarios sobre seres que no llegaba a
distinguir desde allá arriba.
Pero ya no
pudo bajar para conocerlos, se los había perdido mientras esperaba llegar bien
alto.
LAS
CALAMIDADES
Las
calamidades pueden ser causa de crecimiento y de iluminación; dijo el maestro;
Y lo explico del siguiente modo:
"Había un
pájaro que se refugiaba a diario en las ramas secas de un árbol que se alzaba
en medio de una inmensa llanura desértica.
Un día, una
ráfaga de viento arrancó la raíz del árbol, obligando al pobre pájaro a volar
cien millas en busca de un nuevo refugio.
Hasta que,
llegó a un bosque lleno de árboles cargados de ricas frutas".
Y concluyó el
Maestro: "Si el árbol seco se hubiera mantenido en pie, nada hubiera
inducido al pájaro a renunciar a su seguridad y echarse a volar".
LOS CAMINANTES
Tres hombres
caminantes llegaron sudorosos y fatigados a la aldea cercana, pero estaban
felices. Ya estaban a punto de culminar su noble misión, los habitantes del
lugar les dieron alojamiento y comida esa noche.
Al día
siguiente agradecieron a los aldeanos y continuaron su camino, para retornar a
sus hogares. Notaron que estaban en un lugar por donde no habían pasado antes.
Trataron de
ubicarse, pero no lo lograron, estaban en una llanura que desconocían caminaron
hacia un lado, hacia otro, estaban perdidos sin saber cómo salir.
Así pasaron
tres días, ya carecían de agua y comida.
Mientras bajaban por una montaña, vieron a un
pastor que se aproximaba con unas ovejas. Era un hombre anciano y parecía
amigable; les confesó que él era un mago y que podría ayudarlos a solucionar el
problema.
Pero cada uno
debía proponer la solución para que los tres pudieran sacar provecho del fruto.
Solo si le
daban una solución correcta, que honrara su amistad, él les ayudaría.
El primer
hombre le dijo al mago: “Si tienes
poderes mágicos, haz que aparezca más comida”. El mago lo recriminó: Ninguna solución viene por la vía de
las apariciones mágicas. El segundo hombre, dijo entonces: “Haz que el fruto sea más grande para que nos alcance a los tres”.
El mago
también lo recriminó. Las verdaderas soluciones no nacen de cambiar lo externo,
sino lo interno.
Fue entonces
cuando el tercer hombre dijo: “Haznos más pequeños a todos, así el fruto nos
alcanzará”. El mago se mostró complacido.
Entonces el
hombre dio dos pasos y desapareció. Una fuerte tormenta comenzó a caer y cuando
terminó, los tres amigos notaron que estaban muy cerca de su hogar.
EL SABIO
Se cuenta la
historia de un sabio que todos los días hablaba a sus discípulos.
Cierta mañana,
cuando subió al estrado y justamente iba a comenzar a hablar, un pájaro se posó
en la ventana y comenzó a cantar con toda su alma.
Después calló
y se fue volando.
El instructor
dijo entonces: “Se ha terminado la charla de esta mañana”.
SOBRE DIOS
Les dijo el
maestro: “Dios es el Desconocido y el Incognoscible. Cualquier afirmación
acerca de él, cualquier respuesta a vuestras preguntas, no será más que una
distorsión de la Verdad”.
Los discípulos
quedaron perplejos: ¿Entonces, ¿por qué hablas sobre él?
El Maestro
respondió: ¿Y por qué canta el pájaro?
El pájaro no
canta porque tenga una afirmación a hacer. Canta porque tiene un canto a
expresar.
¿VALES LO QUE
TIENES?
Felipe era un
hombre humilde, que trabajaba en su pequeña herrería.
En su pueblo
era marginado por su situación social.
Cansado de los
desprecios, un día confió a su amigo Pedro, con la condición de que guardara
muy bien su secreto, que había heredado una gran fortuna, que seguía con la
herrería porque le gustaba el trabajo, y que nadie debía enterarse de su
herencia puesto que todos recurrirían a él por su dinero.
Pedro esa
misma noche se lo comentó a su esposa, pidiéndole antes discreción.
En pocos días
todo el pueblo lo sabía, pero nadie decía nada porque era un secreto.
Felipe comenzó
a ser invitado a las fiestas del pueblo, pero se negaba a concurrir.
Finalmente, por pedido de un grupo representativo y del propio Alcalde, comenzó
a participar de las distintas reuniones.
La forma en
que era tratado distaba mucho del que recibía el humilde herrero.
Más tarde fue
elegido para integrar el Consejo del pueblo.
El Banco le
dio un préstamo para modernizar su taller sin pedirle garantías.
Cada vez tenía
más trabajo y con su vida sencilla, llegó a ser una persona adinerada.
Con el tiempo
se hizo tan importante, que se convirtió en Alcalde.
Un día, en una
conversación entre amigos, con las personalidades más importantes del pueblo,
uno de ellos se animó y le confesó:
–Debo ser
sincero con vos, todos conocemos tu secreto, sabemos de la fortuna que
heredaste.
–En honor a tu
sinceridad, les diré la verdad. Nunca existió dicha fortuna.
NUESTRO TIEMPO (Cuento
de Gustavo Fingier, argentino, contemporáneo)
Jaime tenía un campo en Entre Ríos. Cada dos meses, allí se reunía toda
la familia.
Él siempre
dedicaba la tarde del sábado cabalgando con sus nietos, que tenían diez y doce
años.
Pero ya no
podía por lo que se sentó con ellos y les explicó: –Chicos, lamentablemente,
debido a mi edad, tengo problemas de columna por lo que no podré cabalgar más.
No obstante,
pueden ir con su padre, o incluso si él se los permite y van con cuidado,
pueden hacerlo solos
–Si no es con
vos no cabalgaremos más –dijeron los dos.
–Pero si les
gusta tanto.
–En realidad
no nos gusta –le dijo uno de ellos.
–Lo que pasa
es que debido al trabajo, compromisos y problemas, no tienes mucho tiempo para
dedicarnos, sin embargo cuando cabalgamos pasamos toda la tarde juntos y ni
siquiera el teléfono nos interrumpe –le aclaró el mayor.
Su abuelo los abrazó y les dijo:
–Caminando no
llegaremos tan lejos, pero compartiremos toda la tarde solos y juntos.
EL EGOÍSMO
PUEDE COSTAR CARO
Atilio era un
buen hombre que vivía en una aldea. Su situación era humilde, y a duras penas
le alcanzaba para alimentar a su familia.
Se movilizaba
a pie por los pueblos vecinos y el suyo, ofreciendo sus servicios.
A veces, tenía
hasta tres días de viaje, por lo cual llevaba unas pocas herramientas y ropa en
una pequeña bolsa.
En algunos
pueblos había cosechado amigos, de hecho, a veces comía y dormía en sus casas.
Un día, casi
llegando al pueblo de Malaqué, a dos días y medio de su casa, entró a un lago a
refrescarse.
Para su
asombro, encontró que en él había una gran cantidad de monedas de oro, se veían
cientos, quizás más. En un año, normalmente, no llegaba a ganar el valor de una.
Primero pensó
en ir hasta Malaqué, a sólo media hora de viaje, y pedirle a Eugenio, uno de
sus mejores amigos, que le prestara su carreta para cargar y llevar las monedas
a su pueblo, pues sería imposible hacerlo a pie.
Pero se dio
cuenta de que tendría que compartir, al menos algunas, con su amigo.
Para no
despertar sospechas, decidió tomar dos de ellas y regresar a su pueblo, donde
compraría una carreta para luego volver por el resto. Y así lo hizo.
A los tres
días, estuvo nuevamente en el lago pero, para su desgracia, las monedas ya no
estaban.
“Si hubiera
resignado algunas de ellas” pensó, pero ya era tarde.
LA LUZ
Una noche el
Maestro pidió a su discípulo la luz, y como el tiempo pasaba sin que le
llevaran la lámpara, le gritó a un discípulo que se apurara.
El discípulo
respondió: Está tan oscuro, que no puedo
encontrar el pedernal.
Después
añadió: Maestro, ¿no podría usted
encender la vela para ayudarme a buscarlo?
CUÁL ES LA
MEJOR RELIGIÓN
Breve diálogo
entre el teólogo brasileño Leonardo Boff es uno de los renovadores de la
teología de la liberación; y el Dalai Lama.
En el
intervalo de una mesa redonda sobre religión y paz entre los pueblos en la cual
participaba el Dalai Lama y un servidor, el teólogo brasileño pregunto en
ingles defectuoso: Santidad, cual es la mejor religión.
Esperando
decir El budismo tibetano o las religiones orientales.
Sin embargo el
Dalai Lama hizo una pausa y afirmó:
La mejor religión es la que te aproxima más a Dios al infinito. Es aquella que
te hace mejor.
Y el teólogo
volvió con otra pregunta: ¿Qué es lo que me hace mejor?
Aquello que te
hace compasivo, más sensible, más desapegado, más amoroso, más humanitario, más
responsable, más ético, la religión que consiga hacer eso de ti es la mejor
religión.
CUENTO: EL
CONTRABANDISTA - Cuento Hindú
Todos sabían que era indiscutiblemente un contrabandista. Era incluso
célebre por ello. Pero nadie había logrado jamás descubrirlo y mucho menos
demostrarlo.
Con
frecuencia, cruzaba de la India a Pakistán a lomos de su burro, y los guardias,
aun sospechando que contrabandeaba, no lograban obtener ninguna prueba de
ello. Transcurrieron los años y el
contrabandista, ya entrado en edad, se retiró a vivir apaciblemente a un pueblo
de la India.
Un día, uno de los guardias que acertó a pasar por allí se lo encontró y
le dijo: Yo he dejado de ser guardia y tú de ser contrabandista. Quiero pedirte
un favor. Dime ahora, amigo, qué contrabandeabas. Y
el hombre repuso: Burros.
El
Maestro dice: Así el ser humano, en tanto no ha purificado su discernimiento,
no logra ver la realidad.
LA DEUDA
En un pequeño
pueblo de china, vivía un granjero a que tenía una deuda con un viejo
prestamista, con el tiempo creció tanteo que era imposible de pagar. Como el
granjero tenía una hija muy bella y joven que despertaba deseos al prestamista,
este le propuso un trato: Perdono tu deuda si a cambio me sedes a tu hija en
matrimonio.
Tanto la hija
como el granjero quedaron horrorizados, a lo que en viejo prestamista corrigió
la propuesta:
Colocaría una
piedra blanca y otra negra dentro de una bolsa vacía, si sacaba la piedra negra
me entregas a tu hija para casarme y la deuda la consideraría saldada:
Si sacas la
piedra blanca, no tendría que venir vuestra hija conmigo, pero también la deuda
quedaría perdonada. Y si rehúsas a participar irás preso. Simultáneamente el
viejo se agachó y recogió dos piedras y las metió en la bolsa, en el momento
que la niña se dio cuenta del ardid, que había tomado dos piedras negras.
A continuación
el viejo prestamista pidió a la niña que tomara una de las piedras dentro de la
bolsa.
Introdujo su
mano dentro de la bolsa retiró una de las piedras y como al descuido simuló que
se le caía al suelo, que estaba conformado por piedras blancas y negras y
asustada pidió disculpas; exclamando que torpe soy como pudo haberme pasado
algo así.
Pero no
importa prosiguió rápidamente, todo tiene solución.
Resulta muy
fácil de solucionar, puede saber cuál es la piedra que retiré, sacando de la
bolsa la que queda, porque si la que se cayó al suelo la negra quedaría dentro
la blanca.
LAS
RESPUESTAS
El
Maestro tenía que soportar cada día una verdadera avalancha de preguntas, a las
cuales él respondía en serio o en broma, con suavidad o con toda energía.
Había una discípula que siempre se pasaba las sesiones sentada y en
silencio. Cuando le preguntaron la razón de su actitud, ella respondió: "Apenas oigo una palabra de
lo que dice. Estoy demasiado distraída con su silencio".
UNA GRAN
MOLESTIA
Una serpiente
perseguía sin detenerse a una luciérnaga, día tras día, al tercer día ya sin
fuerzas la luciérnaga se detuvo y le dijo a la serpiente: ¿Por qué me quieres
atrapar?: Tienes hambre; Te hice algún mal – Por nada de eso dijo la serpiente,
no soporto verte brillar.
LOS
MERCADERES Cuento árabe
Cuatro mercaderes amigos, en una racha de buena fortuna consiguieron
vender el total de sus mercancías en una sola jornada y para celebrarlo
decidieron refrescarse en una casa de baños regentados por una anciana viuda.
Antes de
entrar y para evitar malentendidos los cuatros hombres dejaron dicho a la
anciana, que a no ser que los cuatro estuvieran presentes no les entregase el
dinero. Mientras se bañaban se dieron
cuenta que faltaba el jabón y uno de ellos decidió salir a pedírselo a la
anciana.
Vengo de parte
de mis compañeros para que me dé el dinero- dijo el pícaro a la anciana.
La anciana
respondió que solo lo entregaría con los 4 hombres presentes.
El mercader se
acercó a la puerta de los baños y grito a sus compañeros: ¡La mujer no quiere
entregarme si vosotros no me dais permiso…así que respondan fuerte para que lo
escuchen!
La anciana
confundida al oír el ¡Sí¡ le entregó el dinero al pícaro que escapo de allí.
Al salir del
baño y entender lo sucedido los tres mercaderes estafados y enfadados
decidieron culpar a la anciana y llevarla a juicio como única culpable del robo.
El día antes
del juicio la apenada anciana se puso a llorar en la puerta de su casa -¿Porque
lloras? - La interrumpió un jovencito.
¡Mañana iré a
juicio y acabaré con mis viejos huesos en la cárcel…
El jovencito
dijo: ¿Si me cuentas tu problema y te doy una solución; Me darás una moneda
para comprar un dulce?
A lo que la
anciana accedió.
De acuerdo-
dijo el niño tras oír la historia: “Mañana te presentarás al juez con estas
palabras:
¡Señor Juez:
“Ellos me confiaron el dinero a condición de que no se los entregará a no ser
que los cuatro estuviesen presentes, así que con sumo gusto si consiguen
reunirse con su colega y venir a pedirme los cuatro de mutuo acuerdo el dinero
yo se los devolveré¡
Al día
siguiente el juez dejo libre de cargos a la anciana; ante el enojo de los tres
mercaderes.
LA ILUMINACIÓN
Cuando se le
preguntaba por su Iluminación, el Maestro siempre se mostraba reservado, aunque
los discípulos intentaban por todos los medios hacerle hablar.
Todo lo que
sabían al respecto era lo que en cierta ocasión dijo el Maestro a su hijo más
joven, el cual quería saber cómo se había sentido su padre cuando obtuvo la
Iluminación. La respuesta fue: "Como un imbécil".
Cuando el
muchacho quiso saber por qué, el Maestro le respondió: "Bueno, verás...,
fue algo así como hacer grandes esfuerzos por penetrar en una casa escalando un
muro y rompiendo una ventana... y darse cuenta después de que la puerta estaba
abierta…
LA LIBERACIÓN
El discípulo
se reunió con su mentor espiritual para indagar algunos aspectos de la
Liberación y de aquellos que la alcanzan.
Departieron
durante horas. Por último, el discípulo le preguntó al maestro: ¿Cómo es posible que un ser humano liberado pueda permanecer tan sereno
a pesar de las terribles tragedias que padece la humanidad?
El mentor tomó
entre las suyas las manos del perplejo discípulo, y le explicó: -Tú estás
durmiendo. Supóntelo.
Sueñas que vas
en un barco con otros muchos pasajeros. De repente, el barco encalla y comienza
a hundirse.
Angustiado, te
despiertas. Y la pregunta que yo te hago es: ¿Acaso te duermes rápidamente de
nuevo para avisar a los personajes de tu sueño?
*El Maestro
dice: El ser liberado es como una flor que no deja de exhalar su aroma y suceda
lo que suceda, no se marchita.
EL MÉDICO
Cierto
emperador chino deseaba tener a su cargo un médico mejor que el que le venía
atendiendo hasta la fecha.
A tal efecto,
ordenó que todos los médicos del imperio, bajo juramento, pusieran en sus
ventanas tantas velas encendidas como pacientes se les habían muerto aquel año.
Tras recibir
noticia del cumplimiento de la orden, el emperador aprovechó el desfile del día
sagrado para acercarse al barrio de los médicos.
Pronto
comprobó que miles de velas iluminaban las calles, y en muchas casas éstas
ardían no sólo en las ventanas, sino incluso en puertas y techos.
Al cabo, vio con alegría que en una casa modesta sólo cuatro velas
adornaban una de las ventanas.
Hizo salir al
médico de la casa, y le habló así:
- Tú has ganado; serás mi médico de cabecera.
Pareces ser un buen facultativo, pero dime: ¿cómo has conseguido perder tan
pocos pacientes?
El honrado
médico, volviéndose a inclinar, murmuró:
- Gran
señor... yo empecé a ejercer la profesión esta mañana.
¿PARA QUÉ ADULAR?
Un hombre rico y un hombre pobre tenían
la siguiente conversación.
- Si yo te diera el veinte por ciento de
todo el oro que poseo, ¿me adularías? – le preguntó el primero.
El reparto sería demasiado desigual para
que tú merecieras cumplidos
–Contestó el segundo.
¿Y si yo te diera la mitad de mi fortuna?
Entonces seríamos iguales; ¿con qué fin
halagarte?
¿Y si yo te lo diera todo?
En ese caso, ¡no veo qué necesidad
tendría de adularte!
LA TORTUGA
Una vez un hombre pescó una tortuga.
Deseaba hacer una sopa con ella, pero no quería que alguien pudiera decir que
él había dado muerte a un ser viviente.
Encendió su fuego e hizo hervir agua en
una olla. Colocó una pértiga de bambú encima de la olla a manera de puente y le
hizo a la tortuga esta pérfida promesa:
- Si consigues atravesar este puente, te
dejaré en libertad.
La tortuga no se dejó engañar por esta
trampa. Ella no quería morir.
De esa manera, poniendo toda su voluntad,
hizo lo imposible: atravesó el puente sin accidentarse.
- ¡Bravo! – Dijo el hombre –, pero ahora
te ruego que regreses a tu punto de partida para ver mejor como conseguiste
hacer esta travesía.
CADA UNO TIENE SU CIELO Anónimo turco
Había un gorrión minúsculo que, cuando
retumbaba el trueno de la tormenta, se tumbaba en el suelo y levantaba sus
patitas hacia el cielo.
-¿Por qué haces eso? -le preguntó un
zorro.
-¡Para proteger a la tierra, que contiene
muchos seres vivos! -contestó el gorrión-. Si por desgracia el cielo cayese de
repente, ¿te das cuenta de lo que ocurriría? Por eso levanto mis patas para
sostenerlo
-¿Con tus enclenques patitas quieres
sostener el inmenso cielo? -preguntó el zorro.
-Aquí abajo cada uno tiene su cielo -dijo
el gorrión-. Vete... tú no lo puedes comprender...
*Selección de Cuentos: Prof. Arnoldo Gualino
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