Señales – DIARIO LA CAPITAL
Domingo 15 de diciembre de 2013
FABRICIO Y RUBÉN
Por
Rubén A. Chababo
El Pasaje Zabala fue rebautizado hace
poco con el nombre de Fabricio Simeoni. En la misma calle vivió el poeta, Rubén
Sevlever, olvidado en el homenaje.
Desconocía que el poeta Rubén Sevlever
vivió buena parte de su vida en el Pasaje Zabala.
El Poeta, Rubén Sevlever
La noticia de la muerte de Fabricio
Simeoni ocupó, por imprevista, las páginas de casi todos los medios locales. Su
trayectoria pública lo había ubicado como un verdadero referente para todos
aquellos que se esfuerzan en vencer las adversidades con que la enfermedad
castiga al cuerpo humano.
Muy poco tiempo después de su muerte, un
grupo de amigos propuso que el Pasaje Zabala pasara a tener su nombre. Un justo
y merecido reconocimiento que olvidaba, acaso por la premura de la iniciativa,
la sombra errante de Sevlever por esa misma calle.
Hubo quienes propusieron entonces, que
antes de que se sancionara la ordenanza que daría lugar al cambio de nombre, se
impulsara un acto de generosidad que alcanzara también a Rubén. La propuesta
era entonces que el Pasaje pasara a llamarse "De los poetas". De ese
modo, quedarían incluidos en la toponimia, la vida y la memoria del poeta joven
y la del poeta viejo, el recuerdo de los dos escritores que allí escribieron e
imaginaron buena parte de sus versos.
Entre Rubén y Fabricio había, entre las
muchas diferencias que marcaron sus vidas y sus textos, el hecho del casi
desconocimiento de la obra del primero. Rubén fue un escritor silencioso, de
escasos libros, leído por un círculo muy pequeño de lectores pero poseedor de
una poética que valiosos escritores y amigos de su propia generación como Juan
José Saer, Noemí Ulla, Hugo Padeletti, Jorge Isaías o Aldo Oliva supieron
reconocer en vida.
Ningún concejal de nuestra ciudad está
obligado a saber de poesía ni mucho menos a conocer la obra de ningún poeta. No
es su materia. Sin embargo, si alguna voz les advierte de algún olvido, sería
importante que allí pusieran su oído para restañar lo que falta. Según lo
aparecido en los diarios en estos días, alguien sugirió que el Pasaje incluyera
también al poeta "mayor", pero el pedido no fue escuchado.
Finalmente, según lo que cuentan las
noticias, la breve calle pasará a tener con justicia el nombre de Fabricio
Simeoni. Y con gran injusticia, quedará relegado el del otro poeta, habitante
real de esa misma calle. Con muchos menos flashes a su alrededor, con escasos
reconocimientos públicos, Rubén Sevlever, el poeta silencioso, seguirá
arrastrando su casi invisible figura en nuestro provinciano paisaje urbano.
Sería bueno que alguna vez logremos
corrernos de la inmediatez mediática que logra iluminar algunos rostros y
algunas vidas, ensombreciendo, injustamente, por ignorancia o desdén, las de
otros. Sería bueno que alguna vez logremos evitar reconocer solo lo que
destella a primera vista, para atrevernos a la aventura de descubrir, aunque
implique de nuestra parte un gran esfuerzo, aquello que humildemente titila en
el corazón de las sombras.
Al fin y al cabo, quienes conocieron a
Fabricio, quienes gozaron de su amistad y de su simpleza, pueden imaginar que a
él mucho le hubiera gustado compartir su nombre con Rubén.
UNA VIDA, UNA OBRA
Rubén Sevlever nació en 1932 en Rosario.
En la década de 1950 integró un grupo de
notables escritores, donde se encontraban Hugo Gola, Aldo Oliva, Hugo Padeletti
y otros.
El primer medio de difusión de aquellos
escritores fue Pausa, revista que Sevlever dirigió entre 1958 y 1961.
En los años 60 fundó la librería Aries,
que se convirtió en un intenso centro de actividad cultural.
En 1966 la Editorial de la Biblioteca
Vigil le publicó su primer libro, Poemas 1958-1965, al que siguieron Poemas
inéditos (1982) y Enjambre de palabras (1995) con el que obtuvo varios premios.
Falleció en enero de 2011. Ediciones UNL,
la editorial de la Universidad Nacional del Litoral, publicó su libro póstumo,
Poemas elegidos, en 2012.
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