jueves, 9 de mayo de 2013

HORACIO SÁNCHEZ FANTINO. Artista Plástico


HORACIO SÁNCHEZ FANTINO, Artista Plástico

Nacido en Rosario, Argentina1957. Estudió en Escuela de Bellas Artes, Universidad Nacional de Rosario (1978 a 1983).
Concurrió al Taller de Juan Grela en Rosario desde 1984 a 1990.
Al Taller del Adolfo Nigro, Buenos Aires de1996 a 1997.
Desde 1998 ha plasmado ilustraciones y diseños para libros con diferentes temáticas de importantes editoriales
Obras en colecciones privadas de Argentina; Alemania, Australia, Brasil, Canadá, EE.UU., Francia, Grecia, Holanda, Inglaterra, Méjico,  España y Suiza


Obras
Mapas para Perderse”.  C.C. Recoleta / Museo Castagnino  - 2010
Hablar de mapas parece un apunte de la nostalgia cuando ya disponemos de teléfonos celulares que tienen incorporado GPS. Sin embargo, todavía es frecuente ver algún turista consultando el mapa de la ciudad que seguramente le dieron en el hotel.
Todos tenemos vínculos afectivos con el mapa de nuestra ciudad.
Marcamos ahí el lugar desconocido, hacemos notas o simplemente lo llevamos “por las dudas”, como un amuleto contra el ignoto y amenazante territorio por explorar. Los mapas de hoy, concretos y funcionales, no son como los de ayer.

Los portulanos, mapas del siglo XIV y XV, tienen tal nivel de sofisticación gráfica, ilustraciones y notas al margen, que han sido considerados verdaderas obras de arte.
¿Qué decir de los mapas celestiales, entonces? Un artista rosarino llega para señalarnos otra dimensión de la cartografía, Horacio Sánchez Fantino utiliza la codificación del mapa para crear sus obras. Desde este punto de partida, crea un corpus de mapas-pinturas con la misma dedicación que lo hicieron los cartógrafos de fin de la Edad Media.

Como “inmigrante interno”, de una ciudad a otra, Horacio nos muestras las peripecias de quien tiene que aprender a reconocer una nueva región urbana, tanto desde la objetividad como desde la subjetividad. Geográficamente, su ciudad de origen es próxima a Buenos
Aires, pero hay diferencias marcadas, no sólo por su determinante ubicación junto al río Paraná, sino también por su historia e idiosincrasia.
Más allá del dato territorial preciso que ofrece un mapa, las obras cartográficas de nuestro artista son un “marcapasos” del palpitar de su corazón; señalan todo aquello que acelera su ritmo cardíaco, todo aquello que toque su espíritu, cada mapa muta en un poema a un barrio particular, a una calesita olvidada, a un café o a una esquina.

Horacio conjuga su actual residencia en Buenos Aires y tanto su pasado como sus frecuentes visitas a Rosario, sintetiza en un solo territorio sus dos historias, tal como se comprueba en el Mapa de Ros-Baires.
Toma no lo mejor, sino lo más querido de cada ciudad, como el café, el lugar de encuentro entre amigos.
En una de sus obras pinta un plano de Buenos Aires con los cafés más típicos de Rosario, El Cairo, La Sede, El Savoy, La Capital y otros, como una utópica mega-ciudad que cobija lo mejor de la amistad.
En otros casos, nuestro artista desembaraza sus mapas de la rigidez científica para inundarlos de niebla, una espesa capa de humo que oculta nombres como Oesterheld, Julio López o Padre Mujica, y otros que se pierden en un abismo sin sentido.
Otros nombres son inventados, como lo hacía Juan Grela, maestro de Horacio y a quien le rinde un homenaje.

La economía de nuestros tiempos nos exige máximo rendimiento en mínimo tiempo, pues “el tiempo es oro”. De ahí que cuando, haya que movilizarse de un punto a otro, haya que elegir el camino más corto, el que llega más rápido. Pero ¿qué pasaría si eligiéramos el camino más largo?, o algo peor aún, un camino incierto que se vaya armando y desarmando a voluntad.
En la tradición simbólica, recorrer un camino es una metáfora del tránsito de la vida, se parte de la Patria Celestial hacia una dimensión espacial y temporal, esta tiene senderos que elegimos a riesgo de obtener ventajas o desventajas, y finalmente, retornamos al mismo origen.
De ello dan cuenta los laberintos de las catedrales medievales como Reims y Chartres.
En la misma tradición, se inscriben los Mapas de Trayectos Inciertos, creados por Horacio: ellos dan la pauta de cómo un camino se puede construir acortando sendas o tomando rutas más largas, sea por fuerza del azar o por propia voluntad.
Nuestro artista pone en entredicho un viejo dilema de la existencia humana, ¿las cosas suceden porque hubo un plan predeterminado?, ¿en qué medida el hombre es responsable de su destino?, ¿cuánto hay de casualidad y cuánto de causalidad? Casi emulando un juego de mesa, Horacio crea un mapa con un disco giratorio que oficia de perinola, orientando al caminante imaginario hacia destinos azarosos.

La asimilación de la Tierra con el cuerpo femenino es un pensamiento tan arcaico como actual. Horacio retoma esta analogía para crear un Mapa de Mujer; la topografía de las caderas, los senos y el torso de una mujer se logran uniendo puntos con una línea, a la manera de aquellos juegos infantiles. De esta manera, caminar los senderos de este mapa es equivalente a acariciar los médanos de una dama.
Hay un grupo de obras en las que se desdibujan los contornos de las manzanas y se acrecienta la importancia de avenidas y cursos de agua.
Son visiones aéreas de ciertas parcelas urbanas que evocan geoglifos (como los de Nazca, Perú, por ejemplo), no con formas de animales, sino plenamente geométricas.
Curiosamente evocan tanto los diagramas de circuitos electrónicos como petroglifos, como los de Bedolina, al norte de Italia, que se supone son el plano más antiguo conocido (2000 AC a 1500 AC).
Como si quisiera emular al ignoto hombre de Bedolina, utiliza una técnica de grabado, no sobre la piedra sino sobre madera y con gubias.
No deja de ser significativa una obra que describe la geografía de la Villa 31, del barrio porteño de Retiro. En ella se distinguen la traza de la autopista, las vías del ferrocarril y una que otra referencia de la zona.

El estallido de colores metálico se debe al material pegado sobre la madera: ni más ni menos que latas de gaseosas provistas por los mismos habitantes de la villa. Con un homenaje al Juanito Laguna de Antonio Berni, Horacio logra una obra de su autoría y colectiva a la vez.
Si el mapa petrifica el dinamismo de la ciudad, Horacio acelera su movimiento en cada una de sus obras. Si el mapa clarifica el camino, las pinturas de Horacio lo empañan con historias de vida.
Nuestro artista utiliza la retórica de la cartografía clásica, las líneas de la Rosa de los Vientos, el mapeo urbano y el rigor científico de la apropiación racional de un territorio para crear un oxímoron plástico, es decir, una figura que a la lógica le resulta contradictoria: un mapa que no sirve para ubicarse sino para perderse; lo que sería algo equivalente a una brújula caprichosa que señala distintos puntos cardinales cada vez.
A Horacio Sánchez Fantino no le importa la lógica de la latitud y altitud, sino la coherencia afectiva: vive la ciudad como si fuera su explorador, su descubridor, su dueño y, sobre todo, su intérprete. Julio Sánchez - 2010
     Blog Cultural: Arnoldo Gualino. Rosario, Argentina

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